Francisco Alcántara y la Escuela de Cerámica de Madrid
El
renacimiento de la cerámica artística de Talavera de la Reina tuvo su origen en
Madrid, cuando los hermanos Machado, Daniel Zuloaga y Francisco Alcántara animaron
a Enrique Guijo a trasladarse a Talavera. Allí, Guijo comenzó a decorar piezas
cerámicas en el alfar de El Carmen, recreando fielmente la antigua cerámica de
los siglos XVI, XVII y XVIII.
Enrique Guijo,
al igual que Alcántara, era cordobés, y en 1910 Francisco Alcántara lo convocó para
formar parte del claustro de profesores de la recién fundada Escuela de
Cerámica de Madrid. Después de la guerra civil, el talaverano Francisco Arroyo,
discípulo destacado de Guijo, también se trasladó a Madrid para unirse a su
maestro y al hijo de Francisco Alcántara. El círculo quedaba completo.
Así como
Francisco Arroyo es conocido como el "Maestro de Ceramistas", la
labor de Francisco Alcántara también fue ampliamente reconocida, tanto en la
prensa nacional como entre los principales artistas de su época. De hecho, me
quedo con el apodo de "Forjador de Artistas" que le otorgó un
compañero de la prensa.
En este artículo,
repasaremos la prensa histórica para explorar la importante labor de Alcántara
en la Escuela de Cerámica de Madrid.
Revisando el portal del Círculo Cultural Francisco
Alcántara, descubrimos que fue natural de Pedro Abad (Córdoba), formado en
Bellas Artes en Córdoba, además de estudiar Derecho, Filosofía y Letras en la
Universidad Central de Madrid. Entre sus amistades se contaban figuras de
renombre como el pintor Julio Romero de Torres, Francisco Giner de los Ríos, el
padre de José Ortega y Gasset, así como Galdós, Zuloaga, Azorín y Valle-Inclán.
Alcántara destacó como crítico de arte en los
periódicos El Sol y El Imparcial, entre otros, y
fue un ferviente defensor del patrimonio cultural. Promocionó a nuevos artistas
y llegó a reclamar a la clase política una pensión de jubilación para el
gremio.
En sus artículos semanales, era frecuente verlo
impulsando el arte y apoyando a sus protagonistas.
Además de liderar el revival de la cerámica talaverana, Alcántara promocionó
este tradicional arte a través de concurridas conferencias. En estas charlas, solía
estar acompañado por un alfarero del alfar de N.S. del Prado de Talavera de la Reina,
quien ejecutaba en vivo una pieza de barro mientras Alcántara explicaba los
procesos de la cerámica.
Su compromiso con Toledo también fue notable, ya que no solo impartió
conferencias sobre arte, sino que también reivindicó la conservación del
patrimonio artístico toledano a través de sus artículos periodísticos. En 1914,
formó parte de la junta organizadora de El Centenario del Greco, donde también
se encontraba Platón Páramo.
En 1917 fue nombrado
académico de la Academia de Bellas Artes de Toledo.
Desde el primer curso inaugural de la Escuela de Cerámica de Madrid, Alcántara
organizaba una exposición anual con los trabajos de sus alumnos. En la
promoción de 1919 participaron como alumnos los hijos de Alcántara, Fernando y
Jacinto, así como Enriqueta, la hija de Enrique Guijo.
La revista La Esfera, en junio de 1919, describía el
funcionamiento de la Escuela, en la que los alumnos, de entre 11 a 14 años, se
matriculaban gratuitamente, y todos los materiales eran proporcionados por la institución.
Había siete talleres: dibujo y pintura, modelado, torno, vaciado, pintura sobre
cerámica, ensayos y cocido de hornos, y taller de reproducciones. No había
exámenes, grados ni títulos.
El curso académico finalizaba a finales de mayo y, desde entonces hasta
septiembre, alumnos y profesores viajaban a localidades pintorescas como Arenas
de San Pedro (Ávila), Córdoba, Ágreda (Soria), Estella (Navarra), La Alberca
(Salamanca) y Candelario (Salamanca). Allí se alojaban en los hogares de los
vecinos, trabajaban al aire libre y disfrutando de la naturaleza. Una vez
finalizado el curso estival y antes de regresar a Madrid, los alumnos
organizaban una exposición para los vecinos de la localidad, quedando sorprendidos por los trabajos. Durante su estancia estival, Alcántara impartía
conferencias de arte, resultando una experiencia muy enriquecedora y dejaba una
huella imborrable entre los vecinos, alumnos y profesores.
A partir del año 1920, los
alumnos de la recién creada Escuela municipal de Artes y Oficios también se sumaron
a los cursos de verano, alcanzando un total de 25 alumnos; darles alojamiento
suponía un reto. Las jornadas comenzaban al amanecer, dedicándose a pintar paisajes,
monumentos y la vida cotidiana. Decían las crónicas que los mayores no
alcanzaban los 19 años y ya eran verdaderos artistas. La prensa de 1924 informaba
que 40 alumnos participaron en el curso organizado en La Alberca.
Las exposiciones organizadas por la Escuela de Cerámica en Madrid, que
mostraban las obras realizadas tanto durante el curso escolar como en las estancias
veraniegas, eran anunciadas en la primera página de los principales diarios
nacionales y fueron visitadas por los reyes. Destacaban las obras de los
alumnos de sexto curso.
Entre sus compañeros de profesión, tanto artistas como periodistas, Francisco
Alcántara era descrito como una persona bondadosa y generosa. A pesar de contar
con una sólida formación académica y tener una red de contactos influyente, prefirió
dedicarse plenamente a la cerámica en lugar de ocupar cargos administrativos
más altos.
Las ideas del Regeneracionismo se hicieron realidad a través de las
exposiciones de la Escuela de Cerámica, viendo los periodistas que el revival no
solo ocurría en Talavera de la Reina, sino en los principales centros
productores de cerámica artística.
Entre sus amigos cercanos se
encontraban el doctor Marañón y Daniel Zuloaga. Tras la muerte de este último en
1921, Marañón y Alcántara propusieron en 1924 erigir un busto en honor al
ceramista Zuloaga en el jardín de su taller en Segovia.
La tradición de los cursos de verano continuó bajo la dirección de su hijo,
Jacinto Alcántara, quien organizó su primer curso de verano en Sejas de Aliste,
un pequeño y recóndito pueblo zamorano sin electricidad, donde el cartero
llegaba en burro, caracterizado por la emigración a Portugal y a América. Los
vecinos contaban con 20 telares para la elaboración de paño de lana y lienzo de
lino, además de la producción agrícola. Las humildes casas y el arroyo que
atraviesa el pueblo era el motivo de las obras de los alumnos de la Escuela de
Cerámica. Francisco Alcántara también participó, ofreciendo conferencias de arte.
Resultó ser una experiencia inolvidable que incluso hoy día se recuerda,
mostrando las fotografías en exposiciones y publicaciones.
En 1929 Francisco Alcántara contó con un pabellón de la Exposición Iberoamericana
de Sevilla, donde exhibió las obras realizadas por los alumnos de la Escuela de
Cerámica a lo largo de sus 18 años de existencia.
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