Juan Ruiz de Luna. (Foto: blog de Ruiz de Luna)
Una de las primeras lecciones en la carrera de Economía es entender la diferencia entre el capitalista y el empresario. Esta distinción no es trivial, ya que ha sido objeto de estudio por parte de grandes economistas, desde el padre de la economía Adam Smith, como David Ricardo, y posteriores como Joseph A. Schumpeter y Frank H. Knight.
Teorías del empresario.
Fotomontaje.
Fueron precisamente Schumpeter y Knight quienes lograron capturar esta diferencia de manera más precisa. El capitalista es quien aporta capital con la expectativa de obtener beneficios; invierte en una actividad comprando acciones y espera recibir dividendos como retorno de su inversión. En cambio, el empresario es quien tiene una idea innovadora y, además, es quien planifica, organiza, dirige y controla todas las actividades de la empresa. Normalmente, el éxito de un empresario inspira a otros a imitar su modelo, lanzando al mercado productos similares. Sin embargo, es común que en los primeros años de actividad empresarial se enfrenten a pérdidas, debido a los costes de remunerar a todos los intervinientes en el proceso.
Funciones del empresario.
Fotomontaje.
Tras esta explicación teórica, los manuales de Economía de la Empresa suelen presentar casos de éxito empresarial. Ilustran cómo personas con recursos limitados, pero con ideas audaces, un coraje excepcional y una dirección magistral, lograron éxitos inesperados. Curiosamente, la mayoría de estos ejemplos provienen de empresarios extranjeros, en particular de Estados Unidos. No obstante, también hay ejemplos destacables en España, como el del ceramista Juan Ruiz de Luna.
Juan Ruiz de Luna (1863-1945)
Según relata el nieto de Ruiz de Luna en su blog, Juan Ruiz de Luna trabajaba como pintor decorador y fotógrafo cuando, en 1907,
el ceramista Enrique Guijo llegó a Talavera. Ese encuentro, que Juan describió como providencial, marcó el inicio de una gran aventura empresarial.
La idea era recuperar la producción de piezas artísticas cerámicas, fiel reproducción de la célebre cerámica talaverana de los siglos XVI al XVIII. A este proyecto ya se había unido un tercer interesado,
Platón Páramo, quien ofreció su colección particular de piezas antiguas. La clave para iniciar el negocio radicaba en hablar con el único alfarero que operaba en Talavera en ese momento, y así fueron directos al alfar de
El Carmen, de la
familia Niveiro.
Alfar N.S. del Prado. Pisando el barro.
Toledo: revista de Arte. 15 de julio de 1920.
Sin embargo, Niveiro, especializado en cerámica de uso cotidiano, rechazó la propuesta. No veía valor en reproducir piezas antiguas y no comprendía la dimensión artística del proyecto. A menudo, el arte de quienes hacen réplicas exactas de obras de otros es subestimado, pero Ruiz de Luna tenía claro que él quería recrear piezas artísticas sin autor conocido, todas identificadas como "Talavera", con la novedad de que ahora llevarían en su base el nombre del alfar, para distinguirlas de las originales.
La Campana Gorda, 29 de octubre de 1908.
Pese a los esfuerzos, Niveiro no cambió de opinión, ni siquiera cuando vio las tres piezas de muestra que Guijo elaboró en su alfar y que se exhibieron en el escaparate de la tienda de Ruiz de Luna, fascinando a los vecinos que se detenían para admirarlas.
Foto: Portal del Museo de Santa Cruz, Toledo.
Así las cosas, Juan Ruiz de Luna no se dio por vencido. En 1908 logró fundar la sociedad Ruiz de Luna, Guijo y Compañía, uniendo a Enrique Guijo, Platón Páramo y otros socios capitalistas. La empresa se constituyó el 18 de junio de ese año. El primer desafío fue encontrar un edificio para instalar el nuevo alfar. Para ello, se unió como socio capitalista Juan Ramón Ginestal, quien ofreció un inmueble adecuado para el taller, que se llamó Nuestra Señora del Prado, en honor a la patrona de Talavera de la Reina.
El siguiente reto fue contratar personal y formarles. Ruiz de Luna y Guijo, expertos pintores, impartieron clases de dibujo artístico a los empleados fuera del horario de trabajo. Los costes continuaban aumentando. Tuvieron que comprar un molino para moler la arcilla, una prensa de azulejos y crear una red de representantes comerciales. En varias ocasiones, las dificultades financieras generaron tensiones entre los socios, pero se superaron gracias a un aporte de capital del Marqués de Covarrubias.
Características de un emprendedor.
Fotomontaje.
Finalmente, cada socio siguió con las actividades que más les interesaban, y el empeño de Juan Ruiz de Luna tuvo su recompensa cuando el resto de los socios le vendieron sus acciones. Así lo narró Platón Páramo: "Como la fundación de la nueva fábrica no fue por buscar el lucro, y sí solo por la satisfacción de hacer renacer esta industria, una vez conseguido nuestro deseo, los socios se la cedimos, sin interés ninguno, al señor Ruiz de Luna, que es hoy el único dueño de ella, y Dios quiera que tenga muchos años de vida, para satisfacción y honra de mi Patria". Esto sucedió en 1915.
Anuncio en la revista Toledo: Revista de Arte, 15 de enero de 1917.
Ruiz de Luna fue un empresario modélico que debería aparecer en los manuales de Economía: promovió el respeto y el compañerismo entre los trabajadores; en el taller se escuchaba música clásica y zarzuelas; mejoró la iluminación y la calidad del aire abriendo ventanales; creó premios a la dedicación y tuvo la genial idea de que su personal participara en la procesión del Viernes Santo, además de fundar la Sociedad del Socorro del Barro para cubrir las necesidades médicas de los alfareros.
Alfar N.S. del Prado. Pegando asas.
Toledo: revista de Arte. 15 de julio de 1920.
En 1919, el marqués de Villatoya compró el taller a la viuda de Juan Ramón Ginestal y lo vendió a Ruiz de Luna, marcando este hito como el punto de despegue de su actividad empresarial, que resultó ser un caso de éxito.
Toledo: Revista de Arte, 15 de febrero de 1917.
Artículo titulado "D. Platón Páramo", de Enrique Latorre García.
Museo Ruiz de Luna.
Foto: portal Cultura Castilla-La Mancha.
Alfar N.S. del Prado. Operación del vidriado.
Toledo: revista de Arte. 15 de julio de 1920.
Como decía el economista Schumpeter, el empresario innovador, en nuestro caso Juan Ruiz de Luna, atraerá a nuevos empresarios que se unirán al nuevo negocio que, en el caso de la cerámica artística talaverana, tenemos a Niveiro,
Montemayor y
Henche, junto con
Ginestal, Machuca y
Broncano.
El doctor Henche comenzó su trayectoria artística registrando su marca en 1919 y, poco a poco, desarrolló su propio estilo artístico para uso particular, utilizando materiales innovadores como la uralita que imitaba azulejos y las sedas pintadas. Fue en 1924 cuando decidió lanzar sus productos al mercado desde su casa de la
calle Sol 14, la Casa Henche.
Alfar N.S. del Prado. Taller de pintores.
Toledo: revista de Arte. 15 de julio de 1920.
A diferencia de Ruiz de Luna, quien había pasado por múltiples etapas para consolidar su negocio cerámico, Henche optó por simplificar el proceso. En lugar de contar con un horno y maquinaria, y capacitar a su personal, contrató directamente a pintores artísticos con experiencia, como Fernando Broncano. Además, adquiría azulejos y piezas cerámicas en bizcocho (una primera cocción sin esmaltar) de otros proveedores locales para que sus pintores representaran las decoraciones. Luego, llevaba estas piezas a un horno talaverano para el segundo horneado. Este enfoque le permitía reducir costes de mantenimiento de un taller completo. El doctor tenía capital propio suficiente proveniente de sus clínicas médicas privadas en las calles de
los Úbedas y de
Cerería.
Es posible que el alfarero que le proporcionaba las piezas en bizcocho fuera Julián Montemayor, lo que explicaría su posterior asociación con él. Tras finalizar la unión Henche-Montemayor, el doctor continuó adquiriendo piezas en bizcocho de otros alfareros experimentados. Como muestra la publicidad de la época, la producción de Henche abarcaba una amplia variedad de productos, desde azulejos y vajillas hasta ánforas y jarrones.
Anuncio de 1928.
Es importante resaltar la actitud de respeto mutuo y cordialidad que existía entre los artistas Ruiz de Luna y Henche. Un claro ejemplo de esto es que Ruiz de Luna evitó participar en las exposiciones a las que asistían Henche y Montemayor. Este gesto de caballerosidad se reflejó en dos ocasiones durante 1925: en el Palacio de Hielo de Madrid, en la Exposición General de la Construcción, y en la Exposición de Cerámica Toledana, donde Henche y Montemayor obtuvieron grandes éxitos.
El Castellano, 5 de agosto de 1925.
Igual que Ruiz de Luna, la casa Henche tenía una tienda en la calle Latoneros 2 de Madrid, mientras que la tienda de Henche-Montemayor se encontraba en la calle San Bernardo 45, aunque se desconoce quién gestionaba estas tiendas.
A pesar de sus trayectorias diferentes, Ruiz de Luna y Henche colaboraron en un importante proyecto conjunto: la instalación de los azulejos procedentes de la antigua iglesia de San Antón en el
pórtico de entrada de la Ermita del Prado.
La casualidad quiso que los anuncios de Ruiz de Luna y Henche aparecieran en la misma página.
Las relaciones entre las familias fue muy buena, dado que la hija de Ruiz de Luna,
Luisa, era amiga de la esposa del doctor Henche,
María Irigoyen. La imagen con las firmas que se muestran a continuación forma parte de una larga historia que se narra en mi libro "
¡Que llamen al doctor Henche!, pero resume las principales amistades del doctor Henche y su esposa en Talavera de la Reina, apareciendo el doctor Rosendo Bravo, el profesor José Bárcena y Luisa Ruiz de Luna, entre otros, donde también destaca David Ortega.
Testigos que dan fe de la propiedad de las cerámicas de la Casa Henche trasladadas por el General Borrajo desde la casa del doctor al Ayuntamiento de Talavera de la Reina durante la guerra civil.
Luisa Ruiz de Luna junto a su padre Juan Ruiz de Luna y un familiar.
Fotografía facilitada por el autor del blog Ruiz de Luna.
María Irigoyen Resino, esposa del doctor Henche.
Para finalizar, quería mostrar el proceso empresarial de fabricación de piezas cerámicas del doctor Henche:
Aquí se muestra un ánfora del catálogo de 1910 de Ruiz de Luna, cuya forma es una copia exacta de la pieza original de siglos anteriores entregada por Platón Páramo y decorada por Ruiz de Luna reproduciendo Las Hilanderas de Velázquez.
El doctor Henche adquiría piezas en bizcocho elaboradas por alfareros experimentados en la elaboración de este tipo de piezas y las pintaba el propio doctor o sus pintores, siendo este el resultado, que en este caso representa Los Borrachos o El triunfo de Baco, de Goya:
Y otro ejemplo lo tenemos en este ánfora con asas de cabeza de leones.
La fotografía siguiente está incluida en el libro de Platón Páramo, indicando que es del siglo XVI y pertenecía a su colección particular:
Esta es la reproducción de Ruiz de Luna (fotografía tomada de su blog):
Esta es la pieza ejecutada por Henche: